Ahora que sus hijos tienen entre 18 meses y dos años y medio, quisiéramos compartir alguna información que pensamos será de utilidad para ustedes relacionada concretamente con la tendencia a empujar, arrebatar, morder o arañar de ¡TOOOODOS! los niños y niñas en esta etapa.

Esto es debido a que en los primeros años de vida, entre otras cosas, los niños están aprendiendo a relacionarse con sus compañeros y para lograr una mejor convivencia requieren aprender a controlar sus impulsos, a manejar su cuerpo y a utilizar el lenguaje como un medio de expresión.

El control de impulsos es la posibilidad de esperar o tolerar que un deseo o necesidad no se satisfaga inmediatamente, esto ayuda en la convivencia diaria y al desarrollo de las funciones del pensamiento entre otras cosas. Es la diferencia entre esperar que un compañero nos preste un juguete; y conseguir el juguete a como de lugar, arrebatándolo, con un araño, un empujón o una mordida.

En lo referente al control de su cuerpo, los niños a esta edad aún son bruscos en sus movimientos, porque no controlan adecuadamente su fuerza y por eso a veces mientras juegan al dar una vuelta o un brinco, o al querer dar un abrazo de cariño dan un apretón o empujón, lo que no significa de ningún modo una agresión personal, simplemente es la necesidad de satisfacer un deseo.

Por otro lado quisiéramos aclarar que estas conductas que nosotros los adultos leemos como agresivas, no tienen como fin lastimar, sino que son ensayos de relación poco afortunados. Es importante que seamos conscientes que nosotros tenemos ya otras vivencias, otros prejuicios culturales; que en nuestro mundo adulto si alguien nos golpea, empuja o rasguña es definitivamente una agresión. En el mundo de la primera infancia una mordida, un rasguño o un golpe es un acto de socialización.

Con lo anterior no queremos decir que el morder, pegar o arañar sean conductas que debamos dejar pasar; a nosotros los adultos nos corresponde enseñarles qué es lo correcto, mostrándoles que la alternativa es el lenguaje y favoreciendo el desarrollo del mismo, explicando y hablando con nuestros hijos lo más posible.

Poco a poco la relación con los amigos será más verbal, y dejaremos (ustedes y nosotros) de padecer esta conducta tan normal como necesaria para la madurez emocional y social de nuestros niños.

Es importante considerar que del compañero que más platica en casa, ya sea para quejarse o para compartir la experiencia de algún juego, generalmente es su mejor amigo, es con el que más juega y por consecuencia lógica, del que más muestras de “afecto” recibe, muestras de afecto de un amiguito que aún no sabe coordinar bien su cuerpo y con el que juega a ser tigre, hombre araña, león o cualquier otro animal salvaje; como pequeños cachorros que retozan juguetones para mostrar su afecto.

A los adultos nos resta tener paciencia y comprender esta etapa tan importante en el desarrollo social y afectivo de nuestros hijos.

Tu hijo acaba de descubrir que hay “otros” en el mundo.
Los adultos no comprendemos su forma de relacionarse con ellos, pero es la manera que él sabe.
Esta es una etapa pasajera que él tiene que experimentar.

¡Acompáñalo!